Al terminar la cena de año nuevo, el empresario Virgilio Matei, aun saboreando el almíbar del tradicional dulce de lechosa, levantó su pesado cuerpo de la cabecera de la mesa y salió buscando el aire fresco del ventanal.
Virgilio estaba claro de sus malos hábitos, entre ellos, la afición por el alcohol, parrillas y cigarrillo, los cuales estaban acabando con su salud. Se sentía torpe, cansándose fácilmente y hasta en la intimidad, observaba con mucha preocupación, cómo había perdido rigidez y le costaba satisfacer a su esposa Domitila.