La poesía como espejo y medicina: ‘Rostros Prestados’ de Ana Ortega

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Por Genoveva del Orbe, escritora

¿Puede la poesía sanar? La escritora Ana Ortega parece decirnos que sí, y lo hace no desde la teoría, sino desde la vivencia. En su libro Rostros Prestados, la autora nos invita a sumergirnos en un universo íntimo donde el verso se convierte en espejo, confesionario y medicina.

La poesía, ese arte delicado y poderoso, se transforma aquí en una herramienta de sanación profunda. A través de sus versos, Ana explora emociones universales: el amor, la alegría, el sufrimiento, la esperanza. Pero lo hace desde una voz única, sin máscaras ni disfraces. Como ella misma escribe:

“Yo también hice reír. Fui quien sanaba a otros sin mostrar mis costuras; pero, a diferencia de aquel personaje trágico, me negué a morir sin hablar.
Me curé escribiendo. El escenario se convirtió en mi confesionario.
La palabra fue mi medicina… mi renacimiento.”

Ana se desnuda en el poema y nos muestra que escribir no es solo un acto estético, sino también una forma de resistencia. Su poesía no busca complacer ni encajar; rompe moldes, rompe silencios. Ella escribe como vive: con autenticidad. En su poema Irresistible desde siempre, lo deja claro:

“No hay molde, ni espejo, ni sombra precisa,
que encierre el misterio que el alma desliza.
(…)
¿Quién dijo ‘normal’? ¿Qué es lo común?
Es verso que danza bajo cada luna.”

En Rostros Prestados, cada poema es un rostro —prestado, sí, pero profundamente humano— que nos habla de la necesidad de ser uno mismo en un mundo que muchas veces exige lo contrario. Hay en sus palabras una celebración de la libertad, de la rebeldía, del grito suave que llama a despertar.

La autora se mueve entre lo onírico y lo cotidiano. Observa, escucha, se conmueve y luego canta. A veces sus versos son brisa, otras veces fuego. En Poema entre calle y cielo escribe:

“No camina, flota, vibra en el día,
lleva en la boca colores y poesía.
(…)
Fuego sereno, agua en canción,
ella no llega: es invitación.”

La libertad de ser, el valor de mostrar el rostro verdadero, la búsqueda constante del alma que se rehúsa a callar… Todo eso está presente en su obra. Rostros Prestados no es solo un libro, es una declaración: de vida, de lucha, de autenticidad. En su poema Flechas del alma, nos lanza otra de sus verdades:

“… su risa es destino, su andar ilumina.
Arde en vida sin temer arder,
se lanza al abismo solo por ver.”

Ana Ortega escribe con el alma en la mano. Sus versos no piden permiso, simplemente se entregan. Por eso sanan. Porque nombran lo que a veces no sabemos decir, porque abrazan sin juzgar, porque nos recuerdan que ser vulnerable también es ser fuerte.

En su poética hay lugar para el canto, para el dolor, para la luz. Para la belleza que no se maquilla. Para la verdad sin filtro:

“Es verdad desnuda, sin disfraz,
una voz que nunca se echa atrás.
Habla y el miedo se retira,
cada palabra suya respira.”

Rostros Prestados es, al final, un homenaje a la palabra, a su poder de sanar, de transformar, de liberar. Ana Ortega nos entrega su alma en versos que no se olvidan, que nos habitan, que nos tocan. Y lo hace con la honestidad de quien no pretende nada, más que ser.

Como bien resume ella misma en su haiku:

“Es viento libre / vistiéndose de colores / y riendo con soles.”

Recomiendo con el corazón la lectura de Rostros Prestados.

Es una obra conmovedora y luminosa, donde la poesía se vuelve alma, camino y verdad.

Genoveva del Orbe
Escritora y lectora apasionada de las voces que dicen la vida con valentía.

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