Pamelin Mejía
Nacer en un pueblo, comunidad, capital o bien así en un país X no tiene más diferencia que la del lugar en el que se nace, todos tenemos las mismas cosas, como especies de diferente sexo las diferencias se limitan solo a eso, al sexo.
¿De qué me sirve tener dinero si no soy feliz y no sonrió? ¿De qué me sirve no tener dinero, si de igual forma tampoco sonrió? Pero y ¿si vendiera en la calle y sonriera a cada momento? O ¿si no sonriera nunca? O si bien así ¿trabajara en una empresa de la que soy dueña y tampoco me riera en lo absoluto?
Estas cuestionantes lo que me demuestran es que nacer en cuna de oro o en cuna de paja, no debería definir quien puedo llegar a ser en la vida.
La realidad es que la mayor parte del tiempo nos engañamos a nosotros mismos en la verdad de la mentira, cuando intentamos ser alguien que no somos en vez de ser esa persona que deseamos, esa persona libre de prejuicios absurdos y etiquetas que encasillan de manera estereotipadas.
Por ende seamos libres de poder sonreír aun en el peor de los momentos y no para demostrarles a los demás algo, sino para demostrarnos a nosotros mismos que si se puede, seamos libres de poder bostezar como cuando éramos niños y no pensábamos en que alguien nos está viendo.
Porque entre ser y no ser… elijamos ser.